Agresividad Infantil
Desde que nacemos, mostramos comunicación no verbal con nuestra madre, este hecho es de gran importancia para el desarrollo del nuevo ser humano. Si ante el llanto del bebé no sólo se le conforta con comida y cambio de pañales, sino que además le proporcionan estimulación suave, abrazos y arrullos, él gradualmente desarrollará sus capacidades humanas.
Los niños pequeños lloran, se enfadan y se asustan con facilidad. El aceptar sus emociones con paciencia, comprensión y simpatía ayuda al niño a crecer feliz, equilibrado y con adecuados hábitos de conducta.
En algunos casos se puede descontrolar la conducta del niño, por problemas relacionados con la familia, o en la escuela, dando lugar a que existan problemas de agresividad.
Existen dos tipos de niños agresivos: los sociales y los antisociales.
Sociales: Se organizan en bandas, roban, se van de casa, escapan de la escuela, llegan tarde, mienten. Los primeros signos de esto son las malas amistades, por lo que empiezan en robos en colaboración.
Antisociales: son habladores, presumidos, desobedientes, causan problemas en la escuela, son groseros, mienten, destructores, violentos, peleoneros.
En los niños pequeños la agresividad se presenta generalmente como un acto violento físico o verbal. Primero con patadas, empujones, insultos, y/o groserias. Existe también la agresividad indirecta, que consiste en dañar objetos de la persona con quien está enojado (carro del maestro, juguetes del hermano, etc.).
Generalmente si un niño reacciona con agresividad se debe a que no se le dirige correctamente, o imita a los padres, otros adultos o compañeros. Cuando los padres castigan de manera violenta ya sea física o verbal, se convierten en modelo para el niño esas conductas agresivas. Esa situación tiene consecuencias: si el niño encuentra favorable ese comportamiento, será cada vez más agresivo para conseguir sus objetivos. Del mismo modo, si un padre accede a lo que exige su hijo por medio de pataletas y gritando, reforzará esa conducta agresiva.
Otra contradicción de los padres es gritarles a los hijos para que ellos no lo hagan, acción que sólo empeorará la situación y conducta.
La conducta del niño depende sobre todo del tipo de disciplina al que lo someten. Se ha demostrado que tanto un padre poco exigente, como uno demasiado severo, fomentan el comportamiento agresivo e los niños.
La agresividad es una conducta aprendida que se puede modificar, por lo que es necesario que nosotros como adultos cambiemos nuestro estilo de crianza para ver resultados positivos y que esa agresividad poco a poco desaparezca.
También existen casos en los que la conducta agresiva también influyen factores orgánicos, mecanismos cerebrales o factores hormonales, y si es cuando el ambiente del niño es agradable y tranquilo, se recomienda recurrir a la ayuda especializada para conocer realmente el problema del niño.
Bibliografía
Lima, H. d. (2001). Cómo ayudar con problemas de aprendizaje. México, DF.: Selector.